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Los temibles 10.000.

Estamos cerca de los 10.000 kilómetros de nuestro de cicloturismo y minimalismo. ¿Por qué “cerca”? Porque entre las múltiples veces que rompimos o nos robaron nuestro ciclo-computador no tenemos el número real. Teníamos 4.000 en Nueva Zelanda, y tenemos 4.500 desde Vietnam hasta aquí, y entremedio perdimos todo Tasmania y Tailandia. 10.000 es un buen  estimado.

¿Lo digo porque espero que alguien nos felicite o para celebrar? No. Lo digo porque es un número nefasto para nuestro equipo. En las últimas semanas nos ha pasado todo lo siguiente:

  1. Nuestra carpa perdió su impermeabilidad del piso, dejándonos las colchonetas y el suelo mojado cada vez que llovía.
  2. Las alforjas Ortlieb waterproof líderes mundiales en resistencia al agua también comenzaron a filtrar.
  3. Hemos cambiado 3 de nuestros 4 neumáticos por desgaste, y el cuarto está esperando simplemente que encontremos uno bueno.
  4. Hubo que cambiar el piñón y cadena de Cami por desgaste, al mío ya le saltan los cambios bajos.
  5. Nuestros asientos de las bicicletas están descosidos y duros. Un viaje de 4 horas por terreno plano es soportable, pero ya la quinta hora no.
  6. Nuestra querida cámara de fotos no funciona. Le entró algo, o se soltó algo, en el mecanismo que abre y cierra el lente.
  7. Nuestras zapatillas goretex ahora parecen “esponjex”. Se mojan enteras y no hay cómo secarlas después. Ni les cuento además el olor….
  8. Mi teléfono celular carga a una tasa de 10% de la batería por hora. Así, considerando que sólo cargamos cuando no estamos acampando, está prácticamente en calidad de bulto en el bolso. Cabe mencionar que lo compré en noviembre del 2015. O sea hace sólo 20 meses.
  9. La parrilla trasera de Cami, tras una serie de cariñitos, está doblada y a punto de trozarse.
  10. Mis lentes de sol murieron. El marco simplemente cedió, partiéndose en dos. No se imaginan lo sensible de la pérdida porque son lejos los mejores que he tenido.

Podríamos continuar la lista con objetos menores, como los calcetines con papas o las tricotas agujereadas, pero no va al caso. Es una lista bastante dolorosa, especialmente para nuestro bolsillo.

Muchas de estas cosas las podríamos haber evitado con mejores mantenciones, es cierto. Por ejemplo, si hubiésemos invertido en cambiar la cadena cada 3.000 kilómetros como recomiendan, ahora el piñón no estaría tan gastado. Pero soy de otro corte, ese nivel de responsabilidad no lo he tenido con nada en mi vida.

Hay otro tipo que simplemente me da rabia. Las alforjas sobre todo, son de un material distinto que nuestro bolso de la misma marca, comprados juntos y que funciona perfecto. Cuando las compramos no había ningún comentario en la página que dijese que eran distintas. ¿Por qué hacer un modelo más malo? ¡No eran si quiera más baratas! Cada vez que nos topamos con otro ciclista que tiene alforjas del material de cordura normal se me arranca un suspiro. Ahora estamos en conversaciones con servicio al cliente en Alemania, que nos ofreció amablemente mandarlas para allá para que nos las revisen. Por mientras viajaremos con bolsas de basura me imagino…

Otro ítem que me rompe las pelotas es el teléfono. No hay ninguna duda de que se trata de obsolescencia programada, porque aparte del tema de la batería ya se quedaba pegado con funciones básicas como ubicarme en el mapa. ¿Habrá industria más ruin que una industria cuyo programa es que tu producto cague para que te compres el último modelo lo antes posible? Mis últimos 4 teléfonos han sido de distintas marcas y ninguna ha sido capaz de producir algo bueno y duradero. El siguiente deberá tener como requisito primordial el tener una batería extraíble cuyo reemplazo no cueste un riñón.

Lo de la cámara se nos puede atribuir a nosotros. Mal que mal, es un objeto sensible que pasa en un bolso soportando baches del camino y su ocasional visita a la playa, que es probablemente el motivo por el cual cagó. Ahora, no es una cámara de línea alta. Si fuese de 2.000 dólares o más como cualquier cámara profesional probablemente estaría en un bar matándome lentamente de la depresión.

Ahora nos toca abrir la billetera y priorizar que comprar y con qué podemos seguir. Ya hemos tomado una muy linda decisión y nos compramos otra carpa. El problema de la antigua fue el principal criterio de decisión, pero la verdad es que cometimos un error desde el comienzo, y tenemos una recomendación que dar al respecto. Si se van a embarcar en un viaje largo de acampada, sea esto al menos 30 noches, llevar una carpa para una persona más que cuántas la van a usar. O sea, si vas sólo, compra una para dos. Si vas en pareja lleva una para tres.

Nuestra carpita querida era la más liviana y pequeña para dos personas que pudimos encontrar. Excelente contra el clima adverso y totalmente camuflable, era tan pequeña que no tenía vestíbulos exteriores donde dejar nuestras cosas. Está demás decir que tampoco las podíamos entrar a la carpa porque no cabríamos nosotros. Es tan baja que en vez de sentarte erguido debía agacharme un poco, lo que normalmente significaba despertar con dolores de espalda. Ahora la carpa nueva es para tres personas, con dos puertas y cada una con vestíbulo, por lo que yo tengo en mi lado mis cosas y Cami las suyas. ¡La mejora en nuestra calidad de vida es impresionante! Salimos de la tienda en Fukuoka donde la compramos a un muy buen precio porque era la de display, con un dolor de estómago tremendo. No estando seguros si la habíamos cagado o no, nos tocó además enviar la regalona por correo porque no teníamos los huevos para deshacernos de ella, y porque sigue siendo una excelente carpa para viajes cortos o de una persona.

La primera noche en la carpa nueva ya pasamos mejor noche que en los últimos meses. La segunda noche se puso a llover y no hubo que correr, ni sacar todo a las alforjas (que se mojan) ni nada, Fue, a falta de mejores palabras, un lujo. Cualquier duda sobre si había valido la pena la compra se disipó, y ahora escribo esto desde mi silla puesta adentro de la carpa en un hermoso camping afuera de Hiroshima.

Ahora el problema de verdad lo tenemos con la cámara.

La cámara es mi segunda mejor amiga después de la Cami. Eso principalmente porque es mi amante, me meto con ella mientras Cami no está o no ve.  Por lo general no andamos uno al lado del otro, y sobretodo en caminos montañosos yo me adelanto para mantener un ritmo que a mí me resulte cómodo. Entonces me toca esperarla y que mejor que sacarle fotos cuando encuentro un lugar lindo donde puedo fotografiarla al pasar. De hecho, hemos ganado el concurso de un grupo de cicloturismo en Facebook por dos meses seguidos con fotos lindas cuya razón de ser fue esperarla a ella. Ahora sin ella hay un vacío que la foto de celular o de la action cam no puede llenar. El arreglo en Japón vale riñón y medio y de verdad no tenemos la opción de mandarla a arreglar porque algunas tiendas demoran un mes en darte un diagnóstico, y otras cobran más de 100 dólares por el diagnóstico y sólo te las reciben si eres residente japonés. Comprarse una nueva significa el presupuesto de un par de semanas de viaje.

La angustia que nos (me) produce el gasto excesivo tiene un fundamento que he aprendido, no mucha gente entiende o comparte. Sobre todo los chilenos con su maldito “lo comido y lo bailado no me lo quita nadie” que tiene a la mitad endeudada en más de un año de sus ingresos.

Nosotros no somos gente que un día decidieron dejarlo todo botado e irse a viajar. Fue una idea muy analizada y una decisión muy responsable, que nos llevó a vivir austeramente un año ahorrando para poder salir bien, con fondos necesarios para estar cómodos y para poder responder a emergencias sin problemas. Sin ir más lejos, cuando mi papá casi se nos muere en Abril del 2015 nos tocó comprar pasajes España-Chile con un día de anticipación, con estos fondos que menciono.

La plata con la que viajamos ahora son nuestros ahorros del año trabajando en Australia, y el plan es que duren para los 10 u 11 meses de viaje de este año. Pero además para permitirnos vivir en la ciudad que elegimos para establecernos posterior al viaje, por a lo menos 6 meses sin ingresos. Nadie quiere llegar desesperado a aceptar cualquier trabajo por necesidad, y quizás quedarnos pegados ahí. Aquí viene un segundo consejo: Si quieres reducir la angustia al viajar, prepárate y haz el sacrificio necesario para estar cómodo de manera previa al viaje. Esto implica quizás pagar un seguro de viajes, separar fondos de emergencia, y estimar un costo total del viaje y no salir hasta que tengas un 30% adicional. Así si un país te pilla con los pantalones abajo, como Corea hizo con nosotros ya que la comida era al menos el doble de cara de lo que imaginamos, siempre hay cómo solventarlo.

Por supuesto que esto es sólo un consejo y el mundo está lleno de patiperros que se fueron con los bolsillos vacíos y cuyas experiencias son reales aventuras y quizás más valiosas que las nuestras. Nuestro amigo Pablo de Mochila es el más claro ejemplo. Yo no soy esa persona. No fui criado ni educado así y acá estoy a 15.000 kilómetros de mi casa.

¿Sabes en esa escala donde te encuentras tú?

Bueno, creo que el propósito de este post ya se cumplió, que era sacarme este peso de la cabeza y compartirlo. Como ayuda al viajero les dejo los siguientes valores:

  • Para viajar cómodamente por Japón se requieren de al menos 10 dólares por persona en comida por día, si es que quieres 3 comidas y no sólo ramen noodles.
  • Una noche de alojamiento de las más baratas en cualquier ciudad no baja de los 30 dólares por pareja.
  • Viajar en tren es carísimo y casi no hay buses. Un viaje en tren de 4 horas puede costar 100 dólares. Hay un pase por tres semanas para viajar libremente por toda la red ferroviaria pero vale 500 y pico dólares.
  • Una simcard para tener una señal de 4G y no depender de los wifi, que no está en todos lados como en Corea cuesta del orden de 33 dólares por 3 GB.

Como ven, mejor venir preparado.

Saludos desde Hiroshima.

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