El delta del Mekong
El río Mekong es uno de los grandes ríos del mundo. Nacido en las montañas Tibetanas, viaja por el sur de China para luego transformase en la frontera entre Laos y Myanmar, y luego de Laos y Tailandia. Surca Laos de oeste a este y entra a Camboya de norte a Sur, decorando las ciudades de Luang Prabang, Viantiane, Savannakhet y Phnom Penh por mencionar las más grandes, para luego ir a morir en la costa del sur de Vietnam.
Pero si semejante río va a morir, lo va a hacer con estilo.
La zona de la desembocadura del Mekong se conoce como el Delta del Mekong. La característica principal de la región es que es plana del verbo, no se ve ni siquiera una loma en el horizonte. El río por lo tanto es lento, manso y ancho. A unos 100 kilómetros de la desembocadura éste se desmiembra en tantos brazos que, sumado a los afluentes que se unen por esta misma zona, forma una red de miles de ríos y canales.
La población local siempre ha hecho su vida en función de los estuarios, muchos pueblos no tuvieron hasta hace muy poco conexión por tierra y por ejemplo los mercados flotantes que tanto encantan a los turistas, en su origen no son más que la forma más fácil para los pequeños agricultores de salir a vender sus productos.
Desde que supe de esta zona sentí una atracción especial por ella. Las fotos vistas y las descripciones leídas mostraban un lugar ideal para pedalear, con mucho contacto con las villas de pescadores y pequeños caminos que recorrer por territorio plano, y con la brisa del río para refrescar un poco. Una visión romántica, pero realista de encontrar.
Entramos a Vietnam en la mañana del Miércoles 22 de Marzo, provenientes de la ciudad Camboyana de Takeo. En la aduana no nos sentimos muy cómodos. Siendo Vietnam un país en que el ejército es omnipresente y todopoderoso, pudimos notar el desdén de los oficiales fronterizos por los extranjeros occidentales me imagino, ¿Por qué más podrían molestarte dos pelagatos en bicicletas hablando en español con una cámara en la cabeza?
Frontera Camboya Vietnam
La primera real diferencia que se siente con Camboya es en la estética de la publicidad. El idioma Vietnamita usa letras latinas, lo cual supone una ventaja porque algo podemos leer aunque no entendamos…pero no realmente. Los Vietnamitas son expertos en hacer carteles con demasiado texto. Hemos visto vallas publicitarias que parecen capítulos de libro y a modo de firma bien abajo, la hoz y martillo del comunismo. Propaganda política. All over.
El idioma es todo un tema. Obvio que no hablamos ninguno de los idiomas del Sudeste, pero podemos memorizar un par de palabra como “Gracias”, “Hola”, “Arroz”, “vegetariano”. Acá por mucho que sepamos cual es la palabra, ¡no somos capaces de imitar la pronunciación! Es como pedirle a un francés que diga “ferrocarril”, pero aumentado 100 veces. Les doy un ejemplo:
Carne es Bo, padre es Bó, amante es bö, mantequilla es bo, palta es bo también, y tienen otras series de acentos que no encuentro en este teclado. Además, pareciese ser que los Vietnamitas comparten un rasgo de los Khmer, su educación desincentiva el pensamiento lógico e independiente. Es más bien aprender a obedecer sin cuestionar ni razonar si es para bien. Siguiendo con el ejemplo anterior, si viene un extranjero y te dice que quiere “Sopa sin padre”, quizás es fácil pensar que está diciendo “sopa sin carne” mal pronunciado. Acá simplemente nos miran feo y nos piden que sigamos caminando. Raro.
Bueno, de vuelta al viaje, lo primero que encontramos fue un pequeño cerrito y un camino principal con edificios a ambos lados. Pensamos que se debía a que estando cerca de la frontera hay más comercio. Así que de esa manera recorrimos los 20 kilómetros que nos separaba de la ciudad de Chau Doc, entre lugares donde comer, arreglar las motos y otras tiendas varias, y apenas viendo por unos segundos los arrozales vardes y dorados que hacen famosa a esta zona.
Chau Doc es una linda ciudad que se ubica al sur oeste de Vietnam y bajo una nube de mosquitos. Creo que nunca habíamos visto tantos en una zona urbana, la gente parece acostumbrada pero nosotros caminábamos rascándonos una pierna con la otra como pelotudos. Eso más el hecho de ser los únicos occidentales que vimos en toda la ciudad nos hizo ganarnos hartas miradas. En un parque se nos acerca un niño hablando en inglés que nos pregunta de todo. De donde éramos, donde quedaba eso, que hacíamos acá, hacia donde íbamos…un encanto el mocoso. Nos contó que tenía inglés en el colegio pero además tenían un tutor para él y su hermana el fin de semana. La otra sorpresa es que el niño era gordo. En Camboya en la calle no se ven niños gordos, pero en Vietnam en las ciudades abunda la comida chatarra y en los supermercados encuentras desde Snickers hasta aliños para ensalada de esos bien calóricos, a pesar de que acá nadie come ensalada. En el mismo parque habían grupos practicando este juego:
Nuestra siguiente misión fue comprar tarjetas SIM para el teléfono. El staff de las tiendas de tecnología tampoco habla inglés. Tras una hora más o menos conseguimos más o menos lo que buscábamos, pero creemos que el niño que nos vendió tuvo que poner plata de su bolsillo para saldar un mal entendido. Siguiente misión, comer. Nos rendimos con los intentos de comer en la calle y terminamos en un restaurant dentro de un supermercado donde pudimos apuntar hacia lo que queríamos. De vuelta al hotel con una sobredosis de estímulos nos echamos en la cama y vimos una película entera en la peor calidad de imagen y audio y l disfrutamos como si fuese ir al cine.
Al día siguiente nos levantamos y partimos hacia el Oeste por el borde del río con la intención de ahora sí ver el verdadero paisaje del Delta.
Como nos equivocamos.
Hicimos 60 kilómetros por el camino principal apenas viendo algo más que los edificios al borde de éste. Además descubrimos que de verdad el tráfico empeora bastante en este país. No sabemos de donde les viene pero son amantes de la bocina (claxon), la tocan en las situaciones más innecesarias y pareciera ser que si tienes una con un sonido original eres el más chévere y se la tienes que mostrar a todos los usuarios de la vía. Otra cosa que hizo una gran diferencia es que como esta vía tiene un bandejón central en gran parte de ella, está totalmente aceptado andar contra el tránsito en las motos o incluso autos, para evitarte ir a dar una vuelta en U más abajo por el camino.
Así que ahí nos encontrábamos nosotros en ese pasadizo urbano más ruidoso que fan de Justin Bieber y donde si no miras al frente te chocan, disfrutándolo a concho pero con un dejo de amargura. Sin embargo había una razón de peso para no buscar una alternativa por caminos más pequeños y llegar a la siguiente ciudad de Long Xhuyen: Jugaba Chile por las clasificatorias contra Argentina. Nada iba a evitar que a la madrugada siguiente me encontrase con una buena conexión wifi para poder verlo.
Nos registramos en un hotel un poquito más elegante que nuestro hotel promedio y por ende más caro, 16 dólares la noche. Pero la pieza era una delicia y el internet en el restaurant volaba.
Después de la ducha y la siesta averiguamos un poco de la ruta para adelante y bajamos a tomarnos un café donde conocimos a una chica muy simpática que había estudiado en Inglaterra así que pudimos hacerle un millón de preguntas a la pobre, que ya no quería más.
Por la noche salimos a comer y encontramos un lugar Chay (Vegetariano) donde nos dieron dos platos de sopa de fideos con vegetales y carne falsa , más té con cuantos rellenos quisiéramos, por $1.10 USD. Al fin una buena para el Mati.
El resultado del partido es cosa del pasado. Lo que importa es que por verlo en vez de salir a las 7 am salimos como a las 10 cuando el camino ya derretía los neumáticos. Long Xhuyen era una ciudad harto más grande de lo que pensábamos. Desde que salimos del hotel hasta que salimos de la ciudad pasaron unos 25 minutos. Aprendimos la lección y desde ahora siempre que llegamos a una ciudad por cansados que estemos, vamos hasta el centro al menos para ver si hay un lugar considerablemente más lindo donde valga la pena quedarse.
El 24 tampoco era un buen día para salirnos del camino principal porque justo recorrimos una zona que tenía tantos canales que en todos los caminos secundarios no era posible seguir camino hacia el oeste al menos que tomásemos un montón de botes para cruzar los cauces de agua, sin saber si iban a estar disponibles o no. Además a sólo 65 kilómetros estaba la ciudad de Can Tho, conocida también conocida como la capital del Delta y que con 1.2 millones de personas parecía un lugar digno de conocerse.
Si bien el camino de nuevo fue totalmente construido y más bien feo, lo bueno que se encuentra por ahí son unos café que tienen mesitas y hamacas para descansar. Te cobran medio dólar o por ahí por un café y luego te dan una tetera con té para rellenar tu vaso con hielo. En uno de esos lugares nos instalamos a pasar el calor y la señora que lo manejaba se enamoró de Cami y su piel blanquita y nos comenzó a regalar fruta. Primero un tipo de papa o tubérculo dulce que no nos gustó mucho, pero luego nos dio mango con sal y ají y unas frutitas que parecen nueces pero por dentro son súper dulces.
La entrada a Can Tho la hicimos a pleno sol de mediodía y como buena ciudad grande tiene unos 10 kilómetros en su entrada que son horribles y llenos de camiones. Nos tocó pasar por una industria súper grande que se acababa de incendiar y los bomberos seguían echándole agua al techo, pero la policía nos forzó a seguir sin parar mucho a mirar. Luego compramos una piña, una sandía y unos plátanos de almuerzo y nos fuimos hacia el centro de la ciudad. Efectivamente resultó ser mucho más grande, linda y ornamentada que las ciudades que habíamos visto hasta el momento, pero cuando nos metimos a internet a buscar donde quedarnos encontramos un hotel en las afueras que era un conjunto de bungalows de bambú sobre un río y que quedaba en la dirección del paseo que queríamos tomar al día siguiente. Así que a pesar de estar fundidos por el calor partimos por las grandes avenidas a hacer unos 7 kilómetros ahora saliendo de la ciudad hacia el sur.
El hotel donde nos quedamos efectivamente tenía una onda bien especial. Dormir sobre el agua sólo sobre bambúes, con una cama con mosquitero estuvo re bueno. El problema es que como se nos está haciendo costumbre, al llegar al hotel caemos derrotados por el calor en una siesta que a veces se nos alarga por horas. ¿Me siento mal por eso? No, pero son horas que no aprovechamos en conocer los lugares que visitamos. La noche la pasamos ahí y comimos en el restaurant del hotel un menú vegetariano excelente viendo una novela Vietnamita que son más sobreactuadas que las Turcas y Venezolanas juntas.
A la mañana siguiente nos despertamos a las 5:00 am para ir a ver el mercado flotante de Phong Dien, que por algún motivo comienza a esa hora y a las 7 ya no existe. Desde nuestro hotel eran unos 11 kilómetros de pedaleo hasta ahí que hicimos en unos 45 minutos. Sin embargo cuando llegamos al lugar descubrimos que no había forma de llegar desde tierra hasta cerca del mercado sino que había que tomar un bote más bien lejos y por ende era más bien caro. Además pudimos ver el mercado a lo lejos y eran unos 15 botes en total vendiendo vegetales, así que se nos quitaron las ganas de verlo. De lo que sí teníamos ganas a esa hora era de desayunar así que nos sentamos en el primer café que encontramos, sólo para descubrir como suele ser que en los cafés no venden comida y en los puestos de comida no venden nada que beber.
No son muy prácticos para algunas cosas mis amigos Vietnamitas.
Al fin terminamos comiéndonos unos Banh Mí vegetarianos (Sandwich de huevo frito con pepino, zanahoria y salsa de soya) en una plaza y partimos camino al mercado flotante más grande y turístico, que quedaba más cerca del hotel pero que quisimos evitar precisamente por lo grande y turístico. En el camino encontramos una señora que vendía pollos, palomas y ratones. Sí, ratones. Una jaula llena hasta arriba de ratones. ¡Es que no hay nada que por acá no se coman, nada!. El otro mercado resultó ser nada más que una atracción turística, uno de cada dos botes era de turismo así que nos fuimos de vuelta al hotel con la idea de irnos a un hotel más céntrico para pasar la tarde en la ciudad.
Cuando despertamos de nuestra siesta de 10 a 12 entramos en la ciudad con su tráfico de motos y llegamos a un hotel nuevo que vimos en internet súper agradable y salimos a almorzar a un restaurant mucho más elegante que a lo que estamos acostumbrados. Habían garzones con uniforme y una carta con fotitos de la comida. El problema es que era de esos Restaurants de comida marina que tienen los acuarios con la comida vivita y fresca. Con las tortugas vivitas y frescas. ¡Es que se lo comen todo!
Igual disfrutamos de la comida, una ensaladita fresca con lechuga y tomate como tanto cuesta encontrar por acá , y unos vegetales salteados. Más caro de lo que estamos acostumbrados, sí. ¿Caro? No, unos 6 dólares por ambos.
Salimos de nuevo cuando el calor ya había pasado a conocer la ciudad en las bicicletas. Primero peleamos un buen rato con los cajeros automáticos, porque si hay algo que me hace pasarlo mal, es la cantidad de tiempo que tengo que perder encontrado una forma de sacar plata sin que me roben en la pasada, pero no he encontrado aún la forma de hacerlo, nos roban y nos siguen robando. Luego encontramos una laguna artificial bien linda con cafés y nos sentamos en una banca a mirar el atardecer al lado de un señor que estaba pescando y sacó una anguila, una serpiente negra marina, y se la llevó a dentro de uno de los restaurants.
Después tuvimos una idea BRILLANTE. Encontramos en un cine una película Vietnamita con subtítulos en inglés sobre unos viejos cuyos hijos se van a vivir a New York y se los llevan con ellos y no logran acostumbrarse al frío y estar lejos de casa. ¿El nombre? Se los debo, tras buscarlo un montón de rato tuve que aceptar que no sé leer Vietnamita. En fin, fue una experiencia muy divertida porque sacando cuentas, no íbamos a un cine hace casi dos años cuando fuimos a uno en Perú. Entretenido fue también ver a la gente yendo a un mall bien arreglada, los niños gordos a jugar a los videojuegos. Los adolescentes que se juntan afuera a comer helados o McDonalds, vimos un poco más de lo que vendría a ser el equivalente a las vidas citadinas que nosotros llevamos, en versión Asiática.
La salida de Can Tho a la mañana siguiente fue complicada porque de entrada nos tocó pasar un puente súper alto en dirección norte. Algo que me viene preocupando harto es que todos los días hay viento de norte a sur. Si nuestro plan es hacer un mes de pedaleo de norte a sur, o el viento cambia, o mengua, o lo vamos a pasar harto mal. Nuestro destino era la ciudad de Vinh Long que está a orillas del principal brazo del Mekong, pero en el camino pasamos otros 3 puentes sobre ríos grandes. Llegamos allá y la ciudad en sí de verdad no tenía ninguna gracia. Tan poco que mientras nos tomábamos un café empezamos a ver si había una forma de tomar un bus hacia una ciudad un poco más grande que queda río abajo llamada Tra Vinh.
En Tra Vinh había un anfitrión de CouchSurfing con el cual venía hablando y le pregunté si podíamos llegar ese mismo día, en vez del día siguiente como era el programa y me dijo que no había ningún problema. La Cami se puso a “conversar” con unos tipos que estaban al lado nuestro en el café , preguntándoles si había un bus o algo, y uno de ellos que andaba en una minivan nos dijo que nos llevaba hasta la mitad del camino, así que subimos las bicis y bolsos como pudimos y nos fuimos esperando hacer unos 30 kilómetros de los 60 totales y luego si no salía nada podíamos pedalear el resto.
12 kilómetros.
No sé si “la mitad del camino” es un término relativo o qué, pero la minivan nos sacó de la ciudad lo suficiente como para que fuera un asco volver y nos dejó a 48 kilómetros de la siguiente ciudad.
Al bajar entendimos que la esquina de tierra donde nos dejó era un paradero de los buses que hacen la ruta.. Apareció un bus y se baja un tipo todo estresado, le digo si podemos subir las bicis y me dice que sí, y me dice “cinco” con la mano. Lo que pensé que eran 50.000 dong por llevar las bicis, 2.2 dólares, no está mal.
El bus era cualquier huevada. Los asientos son asientos cama más incómodos imposible, en dos niveles, y estás obligado a sacarte los zapatos para entrar. Además como arriba tuyo hay gente no hay donde dejar los bolsos por lo tanto la gente los deja en el pasillo y es difícil caminar. La Cami se pegó con un fierro en la parte blanda de la rodilla que la dejó sangrando y coja. Después vino el tipo a cobrarnos y me dice que todo nos iba a costar 500.000 dongs. Casi se me cae la cara. 22 dólares acá son tres noches de alojamiento, ¡no son para hacer 50 kilómetros en un bus!
Puta el viaje de mierda. La Cami adolorida en la rodilla y yo en el bolsillo.
Llegamos a la ciudad, que de verdad era igual que todas las otras chicas. Más bien fea. Nos metimos a la cafetería de un hospital donde logramos pedir para comer arroz con porotos verdes y salsa de soya. Y nada más, para aumentar nuestra angustia. Le avisamos a Nhan de couchsurfing que llegamos y salimos buscando su dirección.
La mayoría de las casas no tienen número. Las otras tienen dos.
Se mueven en la dirección opuesta, mientras unos suben los otros bajan. La puta madre.
Ese son el tipo de cosas que me desarman. Seguimos una numeración, llegamos al 47, una tienda de cumpleaños. La puta madre mil veces. Llegamos al otro 47. Ahora sí.
Saludamos a Nhan y nos invita a tomar un café al frente. En la mesa de al lado se desata una mocha de un golpe. Bastó con un teterazo a la nariz para definirla. El agresor grita un par de improperios vitnamitas y toma su moto y se va. NADIE HACE NADA, ni siquiera el agredido atina. Están realmente poco acostumbrados a la violencia por acá, perder el control es una humillación en su sociedad. Nhan nos dice que hace dos años que no veía un episodio como ése. Volvemos a la casa a jugar un rato con los perros de Nhan: Un pug y un paticorto que se mearon en las ruedas de las bicis para marcar territorio. El chico tuvo que salir para llevar unos paquetes de su negocio de perfumes importados así que nosotros salimos a conocer la ciudad y nueeeevamente pasar por el problema ese de pedir comida donde nadie nos entiende nada. Esta vez terminamos comiendo las mismas sopas de fideos vegetarianas pero un poco más ricas y con más salsas. Después pasamos por un café a ver un rato del partido del Manchester United y nos fuimos a la casa a esperar que volviera Nhan.
En la casa ya, él con su primo nos invitaron a tomar algo y le hicimos un montón de preguntas. Estuvo viviendo en Oregon, USA por dos años estudiando, de ahí su buen inglés. Al final como que nos despacharon un poco porque al primo la novia lo acababa de dejar así que parece que era tiempo de tomar algo más fuerte.
Al día siguiente Nhan nos llevó a tomar desayuno con un señor Canadiense que vive ahí y al parecer es el único con el que se junta a hablar en inglés, y fuimos todos juntos al río para ver si existía la opción de tomar un barco hacia el norte. Afortunadamente sí había, justo estaban cargando un barco que nos ofreció llevarnos por sólo unos 13 dólares a los dos con bicicletas. Compramos algo para comer, montamos las bicis y partimos junto con la preciosa carga de arroz y huevos desde Tra Vinh a Ben Tre con los dos tripulantes del bote.
El primer tramo fue súper tranquilo porque fue por el canal artificial que llegaba a la ciudad, pero luego entramos al Mekong cerca del mediodía cuando ya se había levantado el viento, y viento y agua significa olas. Olas y Cami significa vómito. Nhan previendo esto nos recomendó comprar unas pastillas para el mareo y nos fuimos ahí mirando el horizonte para no marearnos hasta que cruzamos a la otra ribera del río que estaba protegida por las plantaciones de coco y donde el viento ya no pegaba. La verdad ni siquiera el sol pegaba. La verdad, pegaban tan pocas cosas que nos echamos en las hamacas que tenía el bote y nos quedamos dormidos los dos, por al menos una hora hasta que llegamos a un puerto afuera del río, en algún otro canal, donde nos cargaron un montón de sacos de arroz adicionales y seguimos.
Lo que vimos ahí fue IMPRESIONANTE. Por los botes de ese canal salían todos los cocos de una región que pareciese no dedicarse a nada más. Barcos con cocos hasta arriba pasaban y en las riberas veíamos gente pelándolos para exportar sólo la carne y agua, y otros barcos llevándose la fibra que les sacaban. Kilómetros y kilómetros de puro coco.
El resto del viaje de 5 horas en total lo pasamos simplemente viendo el río pasar muy relajados. Finalmente salimos al río en cuya orilla se erige Ben Tre, una ciudad con más edificios occidentales y un poco más grande , no por eso más entretenida que las demás. Al llegar fuimos a comer y recién al tercer lugar donde paramos pudimos encontrar algo de comida vegetariana.
Luego de encontrar un hotel con un lugar seguro donde dejar las bicicletas salimos a comer una sopita vegetariana de esas de USD$0.40 que no son lo más rico pero igual me hacen feliz, por lo tacaño que soy. Es algo que se nos ha transformado en un “problema” de verdad. Cuando acampábamos, el cocinar dependía de nosotros y bueno, no había ducha. Eso se prestaba para muchas más historias o anécdotas que nuestras llegadas al hotel con ducha y siesta, y noches de salir a comer, volver y dormir. Quizás las ciudades ofrezcan más de lo que estamos viendo, pero sinceramente creo que el tenerlo todo tan fácil (¡Hoteles desde USD $7.00!) hace del viaje algo más descolorido.
Ben Tre está a 75 kilómetros de Ho Chi Minh City. Por algún motivo supusimos que era a más, e incluso calculamos hacerlo en dos días con parada en una ciudad llamada Tam An, sin embargo pasamos por ahí a las 9:30 de la mañana sin siquiera ver para el lado porque la carretera llevaba harto tráfico y se había puesto un poco agresiva. Cuando estábamos a 35 kilómetros del centro ingresamos a la zona de parques industriales, el dominio de los camiones. Habían tantos que cada cierto rato había uno estacionado, o en reversa en la pista de la derecha, forzándonos a meternos a la pista del medio donde venían más camiones con sus bocinas gigantes de camión, asustándonos a todos los vehículos livianos (nosotros y la masa de huevones en moto).
Llegamos a una rotonda y nos sentamos a descansar la cabeza un rato y también a hacerle el quite al calor pegajoso de las 11:30 AM o por ahí. El espectáculo de una rotonda por acá es genial. No basta con la coordinación perfecta de los vehículos entrando y saliendo en perfecta coordinación. Súmele a eso las motos que de pajeros se meten contra el tránsito y no parecen molestar a nadie, un peatón huevón que se va caminando a través de la rotonda y parece no molestar a nadie, los carros empujados por personas hasta arriba de paja o de vegetales que estorban todo pero de nuevo pareciesen no molestar… Estuvimos al menos 40 minutos tomando algo helado y apenas hablando entre nosotros viendo todo pasar, Fito Paez habría estado orgulloso de nosotros.
La entrada a la ciudad como por arte de magia fue súper expedita. En una hora llegamos por una autopista hasta lo que se podría considerar el centro, y como estábamos cagados de hambre nos fuimos derecho a un restaurant. Me sirvieron una cerveza con mucho hielo (interesante) y pudimos pedir un par de ensaladas medias fomes, pero novedosas para lo que venía siendo Vietnam. El problema fue cuando quisimos salir a través de la ciudad hacia el otro lado donde se encontraba nuestro destino: Una anfitriona de Warmshowers. Anduvimos buscando un puente que de verdad era un túnel un buen rato y en el intertanto se puso a lloviznar, lo que bajó mucho la temperatura para ventaja nuestra. La ciudad es de verdad bien loca para manejar, pero ya estamos bien acostumbrados al tráfico. Llegamos a nuestro destino a las 4 PM, terminando así nuestro paso por la zona del Delta del Mekong.
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