Cicloturismo: Andar en bici, comer al borde del camino, armar el campamento, cocinar la cena y luego leer o escribir antes de acostarse. Repetir jornada tras jornada hasta conocer el mundo, un paso a la vez, partiendo por Granada a Valencia.
No es así de fácil, ni de cerca. Donde los dejé, estábamos preparándonos para salir de Granada, hasta donde habíamos llegado en tren desde Loja.
Era Lunes 23 y tal como los últimos 4 o 5 días llovía de forma intermitente. Hicimos lo que cualquier Chileno haría ante una situación de stress como esa, fuimos a comprar a un mall.
Compramos gafas fotocrómicas para la Cami que tenía sólo oscuras, una chaqueta para la lluvia para mí, una nueva lona para cubrir el campamento cuando nos toque armar la carpa bajo la lluvia, cuerdas y estacas para éste. En total, otros ciento y tantos euros más no considerados y más peso en el equipaje.
Volvimos de la tienda Decathlon donde compramos al apartamento de Carlos para armar las bicis y salir en dirección a Guadix, un ascenso de 50 kilómetros y 750 metros de escalada hacia el Este. Decidimos ese destino pues nos estresaba nuestro corto avance hasta el momento y la opción, que era bajar a la costa en dirección sur era una vuelta demasiado larga a nuestro juicio.
Salir hacia el este nos haría alcanzar la costa en tres jornadas a la altura de la ciudad de Murcia y más de 250 kilómetros más en nuestra dirección que bajar a Almería. En el papel, sonaba todo bien pues tras llegar a Guadix se acababan las escaladas y en 3 días deberíamos descender los 1.350 metros de altura hasta llegar a la playa. El problema? La lluvia por supuesto. No importó que durante toda la mañana mientras íbamos a comprar, el cielo al fin se abriera y lográsemos ver el sol, cuando era hora de salir...ducha.
Una hora nos miramos las caras juntando valor y analizando la ruta, el perfil de pendientes nos mostraba 30 kilómetros iniciales horribles y luego un poco más plano. Fueron de los peores momentos del viaje, mucho peor que estar incómodo sobre las bicis. Al final no recuerdo si yo o la Cami dijo, "revisemos el horario de los trenes a ver donde podemos ir".
Con un pronóstico de 3 días más al menos de lluvia por delante, hacía sentido evitarnos el peor día para luego bajar con lluvia dos días más. Buscamos pasajes a Guadix y a Almería, pero tras concluir todo lo que les acabo de contar de la ruta irnos a Almería ya estaba sucio en mi cabeza, como si bajar a la costa sabiendo que encontraríamos, si bien no menos lluvia al menos mejor clima, fuera dar un paso atrás. encontramos boletos para Guadix a 12 euros y por ser un tramo menor a los 100 kilómetros no habría costo adicional por llevar las bicis. El único problema es que salía en 22 minutos. Nos decidimos y salimos corriendo sabiendo que tendríamos que bajar de El Albayzín con las bicis cargadas corriendo por los adoquines mojados.
Cuando llegué al llano nos quedaban 13 minutos para llegar y di vuelta a mirar hacia arriba y la Cami todavía ni se veía. Dejé la mía botada en la acera y partí corriendo cerro arriba y bajé con la bici de ella. Llegamos a la estación cuando quedaban 3 minutos, nuevamente logramos el objetivo pequeño, sólo que no sabíamos si eso nos acercaba al objetivo grande.
Lo lindo del viaje en tren fue que nos tocó viajar con otra cicloturista, una Australiana de unos 50 años que viajaba sola y que ya había hecho Portugal y las ciudades del norte antes de que comenzara el invierno. Ella a diferencia nuestra viajaba hacia Almería, lo que nuevamente nos hizo poner en duda nuestra decisión. Nos bajamos en Guadix con una lluvia tenue, preguntamos la forma de salir del pueblo para llegar a la ciudad de Baza a dormir que según mi cálculo estaba a 30 kilómetros, pero el primer cartel que vimos la posicionaba a 44 kms de distancia. Recién ahí nos dimos cuenta de cuanto habíamos trepado. El paisaje era mucho más montañoso, casa en cuevas daban cuenta de la relación entra la gente y las montañas y por supuesto que la salida era una trepada de un par de kilómetros bien dura...y por supuesto que al poco andar por ésta comenzó a llover más fuerte.
El mapa decía que tendríamos que subir por la autovía unos kilómetros para poder dar con el primer camino lateral así que convivimos con los camiones que en ese tramo eran un montón pues cruzamos varios polígonos industriales que tenían por ejemplo centros de acopio de Mercadona, el supermercado más grande de España.
Nuestras capas de lluvia y los cascos no nos permiten girar la cabeza con libertad asi que además debíamos del sonido estimar la proximidad de los camiones y movernos hacia la barrera protectora. Al llegar a los caminos laterales... el pánico, pequeñas huellas a veces de concreto a veces de tierra separadas por la autopista por una reja se habrían camino lo más paralela a la via principal posible, lo cual significa que a veces en el cruce de pequeños valles de ríos nos tocaba ir a dar unas vueltas larguísimas.
Llevábamos 10 kilómetros en aproximadamente una hora, el frío de la nada se puso mucho más intenso y comencé a dejar de sentir 19 de mis 20 dedos, me dejé uno para poder frenar pero claramente la situación se puso peligrosa y la Cami me pidió que parásemos por lo mismo. El camino lateral en todas su partes de tierra comenzaba a acumular barro y en varios tramos nos tuvimos que bajar de la bicicleta. Y entonces de repente el cielo se abrió de nuevo.
Divisé una construcción a unos 100 metros desde el camino que parecía abandonada y le dije a la Cami que corriésemos a resguardarnos de la lluvia allá. Además con la demora en la estación y el lento avance nos quedaba con suerte una hora más de luz asi que necesitabamos un lugar para pasar la noche.
Desde el camino hasta la bodega ésta que efectivamente estaba abandonada había una huella de tractor que por las lluvias se hizo barro blando, sólamente recordar el ir empujando la bici que se enterraba mientras las zapatillas formaban un patín de unos 3 kilos de barro me hace agradecer el calor actual. Tras llegar con mi bici y ayudar a la Cami con la suya nos pusimos a analizar nuestra suite...
Teníamos un techo de planchas de zinc cubriendo la mitad del edificio, suelo de concreto donde imposible meter una estaca, ningún mueble ni nada y 2 ventanas grandes sin forma de cubrirlas. Afuera lográbamos ver como por la violencia con que caía la lluvia, la tierra tenía problemas permeando el agua e incluso pensé que nos podríamos inundar pero la entrada estaba en el lado opuesto al viento.
Armamos la carpa tensándola con los vientos en el pequeño espacio cubierto del viento y sacamos la cocina para hacernos algo caliente que beber, era evidente que no íbamos a ir a ningún lugar por el día. Entre todo estos inconvenientes, mientras nos cambiabamos de ropa y sacábamos los sacos y colchonetas etc, tuvimos un lindo momento en que nos ayudamos mutuamente y nos reimos un montón, como botando el stress de las últimas horas. Me imaginé lo duro que debe ser enfrentar una situación como esa solo y di gracias de poder contar con la Cami, que nunca se ha quejado hasta ahora de las condiciones en las que viajamos y nunca me hace sentir responsable por las decisiones del camino a tomar aún a sabiendas de las dificultades que prometen dichas rutas.
Déjenme decirles algo sobre dormir en una casa abandonada en el medio de la nada bajo la lluvia.
Es entrenido sobretodo si tu objetivo real no es descansar y si no le tienes miedo a nada. La cuenta final de veces que me desperté o me despertaron para ir a ver afuera que era ese ruido fue 4.
En ninguna de ellas logré ver nada pero estoy bastante seguro que había un ratón durmiendo con nosotros y tratando de hurgar en la comida. Además en algún momento el viento cambió de dirección metiendo la lluvia por la ventana en perfecta línea hacia nuestra carpa. Con la llegada del alba estaba más contento por no tener que seguir tratando de quedarme dormido que por poder seguir nuestro camino. Al levantarme veo por la ventana y las nubes estaban casi al alcance de mi mano. Seguía lloviendo y ahora sentía más frío que el día anterior.
Sin decirnos nada pero con miradas que decían mucho sacamos las bicis y llegamos hasta el cruce con la carretera. Ahí recibimos la estocada final a nuestras pretensiones, la lluvia comenzó a alcanzar el suelo en forma de hielo, eran las 9 am y estábamos en temperaturas bajo 0. La miré y le dije, nos devolvemos.
Entramos a Guadix con la firme decisión de salir en un vehículo motorizado hacia donde fuera. La primera opción era continuar la línea del tren hacia Almería pero nos contaron de un bus que salía hacia Murcia y, de nuevo pensando en el pronóstico climático y en todo lo que habíamos pasado no me importó saltarme 220 kilómetros de montaña, bajábamos hacia la costa sin perder kilómetros en la dirección de nuestro viaje. El único problema? Eran las 1 :00 PM y el bus no saldría hasta el día siguiente. Habiendo pagado ya los pasajes era menester encontrar un lugar barato donde quedarnos asi que hicimos lo único que sabemos hacer, buscar un bar con wifi donde poder preguntar y si no buscar en internet.
Entre a couchsurf, warmshowers y Airbnb no encontramos una sola opción para Guadix y la gente local nos encontró como opción más barata una hostal de 30 euros por los dos. Un chico que conocimos que viajó por Europa en moto nos hizo compañía y nos ayudó bastante a calmarnos, lamentablemente debía viajar a Granada asi que no nos ofreció alojamiento. Como no teníamos donde ir la chica del bar tipo 4 de la tarde nos ofreció almuerzo, era la primera vez en Europa que recibíamos tanta amabilidad local sin contactar a nadie previamente.
Finalmente resultó que el chico, Israel, estaba muy puesto (bebido) ya para manejar a Granada asi que tras mandarme un whatsapp nos fue a buscar y nos llevó a su casa y nos presentó a sus perros Dado y Sammy, uno un amor y el otro un cachorro dálmata que todo lo mordía pisaba o trataba de fornicar. Conocer a Israel fue una suerte enorme, reconociendo que al principio dado que estaba borrachito y fumado nos preocupaba quedarnos en su casa, hay cierta empatía entre viajeros que lleva a quien no esté viajando a ayudar al viajero como para sentirse parte de una aventura. Al final nos dio de comer la más rica (y la primera) ensalada que comimos en mucho tiempo y al terminar nos dijo algo como "Sé lo consados que deben estar asi que los dejamos dormir" siendo las 9 PM, nuestra hora de ir a acostarse habitual en la carpa.
Me faltó mencionar que en el medio de la tragedia de la mañana se desató algo que pudo ser el tiro de gracia para mi estado anímico pero me lo tomé bastante bien. La Cami en un movimiento extraño tiró con su bici del cable del ciclocomputador cortándolo más allá de cualquier reparo posible.
A la mañana siguiente lo primero que tuvimos que hacer fue ir a comprar uno nuevo ahora inhalambrico, pero de ahora en adelante para saber cuando llevemos por ejemplo 2.000 kilómetros tendremos que sumar 1.410 kms, el ultimo número en el odómetro viejo, al odómetro actual.
Cuando pasamos en el bus por donde pasamos la noche pudimos ver que el cerro que había a un kilómetro de la casa tenía sus puntas nevadas y ese era el panorama por unos 50 kilómetros así que me quedó la sensación de tomar la decisión correcta a pesar del gasto, a pesar del romaticismo ciclista que te dice que hagas todo el camino.
Una de las pocas cosas que hicimos bien durante ese día fue, previendo más lluvia, contactar a gente de warmshowers y couchsurf para nuestros destinos venideros. Así fue como dimos con Kasia, una chica Polaca que se encuentra en Erasmus (Intercambio) en la ciudad de Elche, distante a 60 kilómetros de Murcia.
Calculamos que el bus nos dejaría en Murcia a las 3 PM asi que tendríamos 3 horas de luz para cubrir la distancia hasta su casa antes del anochecer. Nuestra salida en las bicis fue más lenta de lo esperado pues con el desarmarlas para subirlas al bus su freno quedó medio largo. En fin, partimos andando sin ver mucho de la ciudad de Murcia pero por un muy lindo camino campestre y por primera vez en más de una semana sin lluvia.
Pasamos por la ciudad de Orihuela y calculé que no llegábamos con luz, me di vuelta para decirle a la Cami que mejor nos quedásemos por ahi y su respuesta fue un " no te estreses vamos y ahi vemos que hacemos", lo más sexy que jamás me han dicho. La vi andar con una determinación y unas ganas que no le conocía, todavía no sé si fue por las ganas de dormir bajo un techo o para sacarse de encima toda la rabia y la frustración que tanta mala fortuna nos había dejado.
Entramos a la ciudad de Elche con lo último de luz del día, Kasia nos estaba esperando y nos facilitó la ducha, el lugar donde dormir y una exquisita comida. Ella vivía con dos italianas y una turca así que el departamento tenía un volumen considerable pero entretenido.
Kasia debiese visitar Marruecos por estos días asi que encontramos en ella una conversación muy agradable e interés genuino en nuestro viaje. Tan a gusto nos sentimos que salimos del apartamento al día siguiente recién alrededor de las 1 PM. Al bajar nos abrazó un calor que no sentíamos desde Marruecos, tuvimos que sacar nuestro protector solar de lo más profundo de una alforja y salimos hacia la costa!
Al fin iríamos por un camino para bicis junto al mar en un día de sol tal como lo soñaba antes de partir. La ciudad costera de Alicante fue nuestro primer destino y donde almorzamos unas fajitas junto al mar. Nos habían comentado que esta parte de la costa estaba un tanto colonizada por ingleses y alemanes que vienen arrancando de sus mucho peores inviernos, pero hay que verlo para entenderlo. La publicidad de todas las tiendas tiene primero el inglés y por las calles ves más cabezas pálida de Guidi, como les dicen acá que de habitantes autóctonos.
Otro dato no menor es que al llegar a Alicante ingresamos a la Comunidad Valenciana, lo que significa que los carteles de tránsito están primero en Valenciano y luego en Español.
Saliendo de Alicante al norte encontramos un camino costero precioso con bares y restaurants cerrados en su mayoría por el invierno y con mucho espacio para nosotros asi que tuvimos unas horas de total relajo y pedaleo agradable. Decidimos pasar la noche en un camping en un pueblo llamado La villa joyosa, un poco al sur de la ciudad de Benidorm-Levante.
Entramos al sitio y entendimos que los campings aquí no son para gente como nosotros, son para jubilados con sus cámpers o caravans. Nos explicó el chico que mucha gente arrienda el sitio por 3 o hasta 6 meses y luego vuelven a sus países más al norte, por lo que se forma una comunidad bastante entretenida me imagino de gente compartiendo al borde del mar su vejez. Además, muy en casas rodantes estarán pero no les falta nada de nada. De hecho muchos de ellos llevan bicis eléctricas por si tienen que ir a comprar o cosas así no tener que sacar los topes de las casas. Nuestro vecino directo tenía una niñita de unos 4 años que se llevó a jugar a la Cami sin importarle su cansancio mientras yo cocinaba y me preguntaba como sería mi vida viajando en una casa con antena parabólica y una terraza con sillones. Habrá tomado esta gente alguna aventura como la nuestra cuando jóvenes, o se habrán quedado trabajando y ahorrando toda la vida para poder estar ahora ahí?
Estando ahí contacté a la Naty, una amiga de Antofagasta que vive en Valencia y le dije que nuestra intención era llegar el Sábado a su casa. Siendo el día siguiente Viernes me estaba comprometiendo a hacer 180 kilómetros en dos días pero el terreno ahora sí nos constaba que era plano hasta la ciudad misma de Valencia. Salimos con el ánimo por las nubes a otro día de sol y playa y atravesamos Benidorm, Altea y Calp.
Nos comentaron que la ciudad de Jávea era la más linda de los alrededores asi que nos metimos en su dirección a pesar de desviarnos unos 20 kilómetros. En momentos como esos son los únicos que me gustaría quizás viajar en auto. Llegamos a Jávea cagados de hambre hasta la playa la cual sí, es linda, pero no le vimos mucho mayor gracia.
Tiene un cerro muy grande en la costa misma el cual si cruzas puedes dar con pequeñas playitas escondidas pero para subir cerros no estamos asi que nos lo perdimos. Además teníamos kilómetros por hacer aún y la idea de llegar a Valencia ya se hacía fuerte en nuestras mentes. Nos cayó la noche cerca de la ciudad de Oliva y fuimos a dar a un camping nuevamente, no hemos hecho wild camping aun en esta costa por lo poblada que está y la verdad es que si bien se tiene que poder, hay que comenzar a buscar el sitio antes, no a oscuras como nos ha pasado hasta ahora.
Estando ahi todo parecía un deja vu de la noche anterior, la unica carpa en un mar de campers, el tipo nos dio una mesa con dos sillas lo que significaba no comer en el suelo, todo un lujo para nosotros. Un señor alemán que paseaba su perro se interesó en nuestras bicis y al contarles de adonde íbamos se fue y volvió con una botella de vino y nos dijo que se iban al día siguiente de vuelta a Alemania. Al principio no lo había notado pero estaba evidentemente borracho. Luego volvió y se me acercó con la intención de regalarnos plata! Al principio me negué pera ante su insitencia me guardé el billete en el bolsillo para más tarde ver que se trataba de 50 euros. No sé si a él le sobraran pero a nosotros nos cayeron de lujo. Se habrá arrepentido al día siguiente?
El camino de Oliva a Valencia nos tocó un Sábado y damos gracias por eso. Fueron centenares de ciclistas los que vimos ese día andando ya sea solos, en equipos o grupos familiares. Nuestro recorrido lo hicimos por pequeños pueblos agricultores y los caminos que los unen y el respeto de los autos en cada equina o rotonda, de las cuales hay 3 millones, es envidiable. Sin duda la cultura del ciclismo acá ha permeado de una forma que en Chile ni nos imaginamos aún.
Esta zona es plana, pero muy plana. Cuando salimos en la mañana nos tocó un viento en contra que nos hacía ir dando todo de nosotros a 16 kms por hora. El día anterior fue nuestro mejor día hasta ahoa del viaje en distancia sumando 98 kilómetros pero aun nos quedaban 82 por hacer. Cruzamos un par de campos de arroz en los cuales ni un árbol nos protegía del viento. Afortunadamente tras pasar la ciudad de Cullera un cambio en la dirección puso al viento a trabajar a nuestro favor y nos fuimos a 23 kilómetros por hora de ahí en adelante. Acercándonos a Valencia nos salimos del camino principal y tomamos uno costero, yo quería ir por la playa y la Cami, que venía con dolor en las muñecas quería llegar rápido, al final tomamos el camino que decía yo que en partes era de tierra asi que sentía el calor de sus ojos cargados de odio sobre mí, además creo que para vengarse se fue más lento de lo que yo puedo andar en el cambio más lento asi que cuando llegamos a Valencia no estábamos amandonos precisamente.
Naty y Carlos nos recibieron el Sábado recuperándose del carrete de la noche anterior que recién ahí nos contaron que se trataba de su celebración porque se casan. Al día siguiente les acompañamos a Cullera a ver un lugar para el matrimonio por la ruta que hicimos el día anterior y me cagué de envidia al ver como hacíamos los 40 kilómetros que nos tomaron 3 horas en cosa de minutos. Estos días en Valencia han sido netamente de descanso. La Cami tiene gripe y hoy, que debíamos partir rumbo a Barcelona no pudimos de lo mal que se siente.
La experiencia de estos días me ha dejado reflexionando sobre muchas cosas del viaje. Sé que me encanta andar en bici pero hay momentos en que parecemos obsesionados sólo con llegar al destino y luego cuando estamos en una ciudad o pueblo no le vemos mayor atractivo y queremos seguir camino. Ya nos hemos dado cuenta que la ruta inicial que nos planteamos hacer no tiene ningún sentido pues es demasiado larga para los días de Visa que nos quedan. Mi objetivo para estos días entonces es encontrar lo lindo en el camino pero también en las pausas, aprender a disfrutar de la compañía excepcional que tengo en vez de ponernos en situación de disputa, y de tratar de interactuar más con la gente local, que es lo que me tiene con la sensación de que el viaje por Marruecos fue más rico que los kilómetros que llevamos recorrido ahora por España.