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Capurganá, Sapzurro y La Miel

Partimos por disculparnos por el tiempo que ha pasado desde nuestro último post, eso tiene mucho que ver con el hecho de que estamos en el tapón del Darién, único lugar de América por donde no pasa una carretera. Eso hace que TODO incluyendo las conexiones a internet escaseen.
Llevamos ya 10 días en el pueblo de Capurganá. Para describirles el pueblo Tienen que pensar en él como en una isla. Dada la mala conectividad todo llega por mar, entonces el muelle es el centro neurálgico y social, y fue además nuestro puerto de entrada.
Emprendimos el viaje desde ciudad de Panamá en una avioneta de la aerolínea AirPanama con destino a Puerto Obaldía, poblado fronterizo del lado de Panamá. Para los dos era nuestra primera experiencia en avionetas y la verdad la Cami no pudo disfrutar mucho el paisaje por el susto que le provocaban cada bajada que se pegaba cuando entrábamos en una bolsa de aire. Volamos sobre las montañas Panameñas y las islas de San Blas para finalmente llegar a Obaldía.

Interior avioneta a Colombia

Una aventura como la nuestra requiere tomar muchas decisiones difíciles en las que hay muchas opciones posibles y siempre está latente el miedo a equivocarse. Cuando nos bajamos del avión se me escapó un "chucha la cagamos".
La primera impresión, calor. Pero de ese calor que te moja la ropa y un sol que te deja ciego y donde la sombra no ofrece mucho resguardo. En el aeropuerto un puñado de personas de mirada muy tosca y agresiva junto a militares con metralleta. Además éramos los únicos turistas en el avión, los demás eran Colombianos. Segunda impresión, el mar. Olvídense del Caribe de ensueño e Imagínese un oleaje como del canal de Chacao cuando está picado, sabiendo que la única forma de arrancar del pueblo es vía "lancha" que resultaron ser viles botes pesqueros. Consideramos pasar la noche en ese pueblo de mierda para salir en la mañana con el mar más tranquilo pero nada nos aseguraba que fuese a bajar así que pasamos por inmigración ya que ahí te timbran la salida de Panamá y nos embarcamos rumbo a Capurganá.

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El viaje fue de sólo media hora pero bien estresante, en toda la costa rocas donde las olas rompían lanzando agua 10 metros hacia arriba. Finalmente llegamos cansadisimos al pueblo solo para enterarnos que el guardia de inmigración se había ido de shopping....así qué así funcionan las cosas por acá.
Cuando apareció el tipo 4 horas después la desgracia se presentó; el indio que nos timbró la salida de Panamá nos puso fecha del 2013 por lo tanto no nos podían hacer el ingreso. Lo único bueno de todo esto es que nos pasó a todos los del avión así que de inmediato uno de los Colombianos se empezó a mover y nos ayudó para organizar una solución. Al final, era que no, la única vía fue volver a Obaldía a cambiar el estampado así que partí yo solo a la mañana siguiente cagado de susto de nuevo y volví 25 dólares más pobre pero al menos con el problema solucionado.
Cuando pensé en Capurganá como destino me imaginé un pueblito de un par de casitas, donde los turistas fueran escasos y por ende bien tratados y con una playita donde hacer snorkeling y cerros donde caminar. Lo que encontramos fue un pueblo como del tamaño de Iloca o cachagua, justo para un fin de semana largo de temporada alta y atestado de turistas, con una playa con tanta corriente que apenas se podía nadar.
Si nuestra idea era arrendar una pieza baratita, terminamos en un camping por el mismo presupuesto. Por el desabastecimiento la comida es bien cara y sólo cuando llega barco hay un poco de fruta, acá no es temporada de fruta así que ni hablar de un mango local.
La primera noche fue del terror. En Panamá aprendimos que el ventilador es parte de la canasta básica de supervivencia. Nos metimos a la carpa a dormir y era un horno! A eso súmenle las primeras picadas de bichos y un carrete a 5 metros nuestro así que abrir el cubre techo era demasiada exposición. Soportamos estoicos esa noche pero sabiendo que no era aguantable por mucho tiempo.
Afortunadamente en un lugar llamado La Coquerita conocimos a un chico que nos dijo que se estaba quedando en un lugar más hacia el interior metido hacia la jungla, y lo fuimos a conocer. El lugar se llama Aqualí, nos gustó tanto que nos cambiamos ese mismo día.
Somos los únicos acampando en un terreno de la menos una hectárea. El camping tiene excelente cocina, un comedor bien agradable y un baño espectacular, la ducha es abierta así que puedes estar jabonandote las partes viendo colibríes o pájaros carpinteros.

Tenemos la carpa puesta al lado de un riachuelo y bajo unos tremendos árboles que día a día visitan pajaritos de todos colores, guacamayos, monitos capuchino, monos tití y monos aulladores, sobre éstos últimos, que nombre más bien puesto! La primera noche nos despertamos pensando que King Kong se tiraba sobre la carpa pero de verdad teníamos a los monos 6 metros sobre nuestras cabezas ( tranquila mamá, nunca bajan de los árboles).

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Nuestra rutina acá consiste en despertar del calor, leer o estudiar un poquito de idiomas por la mañana y bajar a la playa ( que ha mejorado con el tiempo) o dormir una siesta en las hamacas. Cocinarnos almuerzo y compartir con los amigos que nos hemos hecho.
Día por medio tomamos el camino a Sapzurro, pueblo al que se llega en una hora por un sendero selvático muy lindo y que tiene una bahía cerrada donde hacemos clases de natación para la Cami, como parte de nuestra preparación física para el pedaleo. Desde ahí se puede subir un cerrito que llega a la playa de La Miel que está en territorio panameño. Así es, cruzamos una frontera para ir a hacer snorkeling. Además tiene un duty-free así qué es practica habitual acá ir a otro país a comprar copete.


Más adelante les contamos más de nuestro pasar por estos lados. Esperamos que todos estén súper bien y que nos cuenten sobre sus vidas por acá mismo. Les debemos las fotos pero el bajarlas al iPad ha sido un parto porque requerimos de wifi, que acá equivale al oro blanco.
Saludo